¿Era Tartessos la Atlántida de Platón? ¿Era la Tharsis del rey Salomón? ¿Fue Tartessos la Onuba de los fenicios?
Un abanico de preguntas a las cuales la historia aún debe dar respuesta.
Tartessos, el reino que flota entre la historia y el mito (esto sí que es un pueblo milenario) y que acaso fue la primera civilización de Occidente, desde el I mileno a.C. ocupo un triangulo formado por las provincias que ahora son Huelva, Sevilla y Cadiz. La base de su economía era agricultura, ramaderia y pesca. Pero su riqueza fundamental fueron los metales, sobre todo el oro, plata y estaño. En el siglo VI a.C. desaparecieron misteriosamente, algunos dicen que los cartagineses los eliminaron. Pero la causa segura de su desaparición no se sabe segura.
Hace casi 3.000 años existió en Andalucía una civilización rica y avanzada cuya grandeza, cuentan los eruditos, no fue igualada en mucho tiempo. A aquel pueblo, admirado por los griegos, se le denominó Tartessos, como el río que lo atravesaba, el actual Guadalquivir. La explotación de minas de oro y plata y el comercio con los fenicios la convirtieron en una sociedad más o menos organizada que fue conocida como la primera civilización de Occidente.
Un equipo de investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), coordinados por el arqueólogo Sebastián Celestino y el historiador y antropólogo Juan José Villarías, rastrearon 200 hectáreas del parque nacional de Doñana en busca de asentamientos humanos pertenecientes a aquella civilización que vivió en lo que son hoy las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz entre los siglos IX y VII antes de Cristo.
Otros investigadores, como el cubano Georgeos Díaz-Montexano, van bastante más lejos y aseguran que, sumergida por esa zona, 'sin ninguna duda', se encuentran los restos de la Atlántida, la mítica ciudad descrita por Platón que decenas de historiadores, antropólogos y curiosos se han afanado por encontrar.
La investigación del CSIC comenzó con hallazgos importantes, restos de cerámica de la Edad del Bronce pero sin huellas tartésicas.
Tartessos fue también el nombre del río al que los romanos bautizaron como Betis y los árabes como Guadalquivir (río grande). Los tartésicos, aculturados por fenicios antes de la llegada de los griegos, se dedicaban a la metalurgia, el comercio y la pesca. No se sabe si Tartessos fue también el nombre de su metrópoli más importante, una especie de capital tartésica, porque nunca se ha encontrado su ubicación.
En cualquier caso, hay imágenes que muestran la intervención humana en el área acotada. Las fotografías aéreas tomadas sobre las marismas desde 1956 muestran todas lo mismo en la parte sur: extrañas formas circulares de distintos tamaños (hasta 200 metros de diámetro) y, sobre todo, figuras rectangulares, imposibles de concebir como producto de la naturaleza. Esas imágenes se mostraron en la tesis del científico alemán Rainer Kühne (2004), que está convencido de que existió una gran ciudad tartésica que estaría ubicada en Hinojos. Kühne se basa en evidencias literarias de Estrabón y Pausanias.
Aunque no es seguro que existiera una ciudad llamada Tartessos, dado que aún no se ha encontrado su ubicación. Aunque están perfectamente documentados otros poblados a lo largo del valle del Guadalquivir, territorio de expansión de la Civilización de Tartessos. Su capital quizá fuera Turta o Tarta, en algún lugar de los alrededores del gran delta del Guadalquivir.
En la zona de la desembocadura había varios brazos, alguno de los cuales subsistió de hecho como dos lagunas sucesivas en el interior de la Sevilla del S XVI.
Entre esos brazos quedaban definidas varias islas, a las que se hace referencia en los escritos citados. El Guadaíra, que hoy es afluente de Guadalquivir, era un río independiente con cierta entidad y desembocaba justo en la confluencia de Guadalquivir y Ligustinus, reforzando la descripción de Herodoto. Probablemente, la ciudad y la civilización ya existían antes del 1000 a. C. dedicadas al comercio, la metalurgia y la pesca, pero no en la forma que conoceríamos como el Tartessos clásico.
El alemán afirma que Platón usó la geografía y la cultura tartésica para describir la legendaria ciudad sumergida. Lo que sí está claro es que hay restos arqueológicos, muy probablemente tartésicos. La razón por la que nunca se había adentrado en el parque es que la mayoría de los investigadores partían de la premisa de que aquello siempre fue agua. Durante cientos de años, después de la última glaciación, aquello era agua, del mar, al principio, y de un gran lago, después. Esta teoría, sin embargo, está siendo revisada por los geólogos desde hace más de una década.
La mayor distancia científica se toma con la posible creencia de que la Atlántida está bajo las marismas de Hinojos. Que la ciudad descrita por Platón, de puertas de plata y organización circular, se hubiera sumergido sin dejar rastro en Doñana es calificado por los investigadores españoles como un disparate o, más suave, 'algo difícil de creer'.
Se hace difícil considerar que un territorio tan vasto como el descrito para Tartessos pudiera
pasar a la historia como un todo, un concepto tan único como el que nos
ha llegado (o nos gusta imaginar). Para conseguir algo así es
necesario disponer de algún criterio unificador, un catalizador común,
que justifique y consolide una organización bien estructurada. En
aquellos tiempos este catalizador sólo podría ser la religión, o una
tradición muy antigua y bien arraigada. Regresaremos en algún momento
sobre el tema.
Porque si Justino indica que Habis,
rey civilizador, organizó el trabajo en diferentes clases sociales y
distribuyó la población en siete ciudades; si Estrabón comenta, citando a
autores más antiguos, que los turdetanos (descendientes de los tartesios) eran los íberos más
cultos, pues disponían de poemas y leyes escritas en verso de
antigüedad superior a seis mil años; más aún, si, al igual que Schulten, un erudito como Blanco Freijeiro, de la Real Academia de la Historia, no puede sustraerse a citar en sus trabajos ilustrados una posible relación de Tartessos con la mitológica Atlántida; o científicos como Collina-Girard, Rainer W. Kühne, o Vázquez Hoys,
entre otros, están hoy dispuestos a arriesgar su prestigio profesional
defendiendo hipótesis en este sentido…, ¡cómo nosotros, amantes de la
fantasía y lo imaginario, podíamos ser menos y sustraernos a esa
tentación!
Así, retorciendo el mito, ¿por qué no hacer en la fantasía que Tartessos sea heredera de aquella Atlántida que Platón evocaba en su Critias?. Como en ella, el reino estaría dotado de una perfecta estructura organizativa, dividida en diez comarcas de reyes iguales (Habis,
más tarde, las reconvertiría en siete), con leyes milenarias que
incluso se usan para autocontrol de sus dirigentes, quienes se someten a
ellas y al criterio de sus iguales en votación democrática, por mayoría
de votos. Y Tharsis (el
nombre bíblico del reino, reconvertido) sería aquí su capital, la
ciudad perdida de paredes que refulgen con brillos metalizados, y guarda
entre sus muros la antigua sabiduría de un pueblo en el olvido.
Como la Atlántida, Tartessos nos da pie a evocar el misterio,y soñar en fantasía.
Fuente: http://www.desconocido.net - http://tarthessos.wordpress.com - http://norax.es
antoniocamel©2012
2 comentarios :
Como amante de la historia, es una entrada interesante. Gracias, Antonio por traerla a tu blog. Tengo algo en mi blog titulado "Yo, el Guadalquivir", te lo enviaré por correo, a ver qué te parece.
Un abrazo.
Mari Carmen.
Gracias, muy buena tu entrada, la pongo aqui para el que quiera leerla:
http://franconetti-aula-abierta.blogspot.com.es/2010/09/yo-el-guadalquivir.html
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