De todos son conocidas muchas de
las torres que existen a lo largo de nuestra ciudad, las hay famosas como la
Torre Alminar o Minarete de la Mezquita Aljama o Giralda de la actual Catedral
de Sevilla, las hay bellas como las simétricas de la Plaza de España, antiguo
Pabellón de España de la Exposición Iberoamericana de 1929, las hay históricas
como la de Don Fadrique, incluso controvertidas como la Torre Pelli,
actualmente en construcción.
Pero hay tres torres hermanas, de
las más antiguas de nuestra ciudad, que aún están en pie y que no todas ellas
son igual de conocidas. Estamos hablando de la Torre del Oro, la Torre de la
Plata y la Torre del Cobre. Si, habéis leído bien, la Torre del Cobre y que aún
sigue en pie. Una torre que ha sido absorbida por la actualidad, por los siglos,
por el crecimiento de la ciudad y el agravio de su ciudadanía hacia ella.
Las tres hermanas son de la época
musulmana de la ciudad, construidas en la primera mitad del siglo XIII, los años
previos de ser expulsados los árabes de cualquier órgano de gobierno de la
ciudad por los cristianos de la mano del patrón de la ciudad Fernando III
apodado el santo y posteriormente convertido en ello.
La función del conjunto de torres fue simple y clara, crear un brazo amurallado que conectase la muralla defensiva de la ciudad de Sevilla con la ribera del río Guadalquivir de la ciudad por la zona sur del Casco Histórico Hispalense con la finalidad de proteger y defender el arenal de la ciudad, punto débil de la ciudad por lo blando del terreno a extramuros, debido a las consiguientes crecidas del río año tras año e invierno tras invierno. Este brazo defendía dicha parte del Casco Histórico por ser el sur la procedencia de los barcos que con las buenas temperaturas y las apaciguadas aguas del Guadalquivir atacaban cada primavera y verano las orillas de la capital del imperio musulmán.
La Torre del Cobre, la menos
conocida, la hermana más pequeña de las tres, tenía probablemente la función
más importante de todas ellas, que era hacer fuerte, solido e impenetrable ese muro
de roca, adobe y argamasa, precisamente por esa función la Torre del Cobre
estaba instalada dentro de la propia fortificación de la ciudad, es decir
dentro del Casco Histórico, en lo que hoy día es la Avenida de la Constitución
y durante mucho tiempo fue la Calle Génova.
La Torre de la Plata también
tenía una función importante que era conectar las otras dos, por lo tanto era
el enlace, la conexión y un punto clave en la defensa del arenal. Hoy día se
encuentra situada en la Calle Santander, junto al antiguo Postigo o Puerta del
Carbón.
La Torre del Oro la más popular,
la más famosa y la más grande, por ser la más débil precisamente por estar más
alejada del núcleo de la fortificación es probablemente también la más bella de
todas, coronada por dos remates de construcción posterior tras estar afectada
por el terremoto de Lisboa (1755) y reparada en parte en la segunda parte del
siglo XVIII por el arquitecto holandés Sebastian Van Der Borg, arquitecto de la
también popular Real Fábrica de Tabacos de Sevilla.
La Torre del Oro tenía una
función extra, además de la función defensiva del arenal, tenía la función de
control naval, la cual se practicaba con una cadena metálica inmensa que
conectaba la propia torre cruzando todo el río hasta la otra orilla del río
Guadalquivir. Con esta cadena también se impedía que cualquier embarcación
tuviese acceso al arenal o al puerto interior. Para acceder al interior del
puerto era necesaria una clave o contraseña con forma de serie
(10-20-30-40-50…), es decir un patrón que siempre y constantemente estaba en
cambio, ya que semana tras semana durante todo el año se le iban añadiendo
nuevos caracteres marítimos y navales para mantener la seguridad de acceso. Ese
patrón se escribiría en un pedazo de papel y se mandaba a la Torre para su
confirmación. En caso de ser correcto la cadena se destensaba, se hundía en el
agua y las embarcaciones tenían permitido la entrada, en caso negativo eran
invitadas a marcharse. Si la Torre era atacada o las embarcaciones no se
marchaban de buena voluntad había hasta tres formas de contraatacar, la primera
mediante disparos de armas de fuego o flechas desde las almenas y desde las
estrechas ventanas que rodean toda la torre, la segunda forma era mediante la
cadena, que además de tensarse y destensarse, podía balancearse destruyendo
cualquier embarcación de madera y la tercera forma, en caso de que los
marineros desembarcasen y tratasen de atacar la torre de forma manual, había
depósitos de aceite hirviendo que podían verterse sobre sus cabezas si estaban
demasiado cerca de la torre.
Hay multitud de teorías para el
origen de los nombres de estas tres torres, la primera de ellas hace referencia
a los aranceles y tasas que pagaban los barcos que desembarcaban mercancías o
personas en el puerto una vez verificado el patrón de acceso, ya que estos
aranceles se pagaban ya en época cristiana sobre el siglo XV en metales como el
oro, la plata y el cobre.
La segunda teoría habla también
de todos estos materiales, oro, plata y cobre entre otros, que llegaron de
iberoamerica del expolio a los nativos americanos, tras el descubrimiento de
nuevo mundo o tierra firme.
La tercera teoría hace referencia
a la Torre del Oro antes del terremoto de Lisboa, la cual dicen que estaba
recubierta de azulejos amarillo dorado por completo, como hoy luce la pequeña
cúpula superior y que debido a este completo recubrimiento la torre con la luz
del sol brillaba como una torre íntegramente de oro.
Esta Torre del Oro y la mencionada cadena metálica forman parte del escudo de Santander, ya que fue un marinero de esta patria el que consiguió partir la cadena y acceder al interior del puerto entre la batalla entre cristianos y musulmanes por la conquista de la ciudad
En la actualidad la Torre del Oro
es un museo naval y además de recoger escritos, mapas y elementos náuticos,
marítimos y navales, desde la parte superior de la torre hay unas magníficas
vistas tanto del río, su rivera y Triana, como de la Catedral y el Casco
Histórico.
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