El rey, Pedro I. fascinado por la belleza de doña María Coronel, empezó a cortejarla, a pesar de haber sido él quien había ordenado que le cortaran la cabeza primero a su padre y después a su marido, por haberse rebelado en su contra apoyando a su hermanastro Enrique. Tras las ejecuciones todas las posesiones del padre y hermano de doña María habían sido confiscadas, sus casas derribadas y sus tierras cubiertas con sal. Doña María había tenido que refugiarse en un convento de franciscanas para llorar su soledad y para huir del acoso del rey. No sabía entonces que ni los muros de un convento de clausura iban a ser una barrera para el poder real.
El primer intento del rey para sacar por la fuerza a doña María del convento y llevársela a su palacio real en el Alcázar acabo en burla. Las monjas del convento habían sido avisadas de sus intenciones y le prepararon un escondite en un hoyo, al pie de la famosa torre de don Fadrique, que después taparon con unas tablas y con tierra del huerto. Para disimular la tierra removida, colocaron encima unas matas espesas del perejil que allí cultivaban. Cuando Pedro I y sus soldados entraron en el convento no encontraron lo que buscaban y se tuvieron que marchar con las manos vacías. La coincidencia del nombre de las hierbas –perejil– que se habían usado para burlar al rey con el mote con el que se le conocía –Pero Gil– aumentó las burlas de sus enemigos y el suceso corrió de boca en boca por toda Sevilla.
Pedro I, invadido por el deseo y por la ira, se presentó otro día en el convento de forma inesperada. Las monjas se vieron sorprendidas y tuvieron que abrir antes de que doña María tuviese tiempo de esconderse. El rey la persiguió por los pasillos del convento hasta llegar a la cocina. Allí, a sabiendas de que no podría impedir que el rey la tomara por la fuerza, tomó una decisión heroica. Cogió una sartén llena de aceite hirviendo y se lo echó por encima desfigurándose el rostro. Su sacrificio no fue en vano, ya que el rey entendió que había abusado de su poder y, devolviéndole sus posesiones, no volvió a molestarla. Doña María Coronel mandó construir un convento –el actual convento de Santa Inés- sobre el solar de la casa de sus padres y allí se encerró hasta el final de sus días.
Su cuerpo permanece incorrupto en la cripta del convento que ella misma fundó. Cada año en el aniversario de su muerte, el día 2 de diciembre, se descubre el cuerpo y los visitantes pueden observar aún las cicatrices que el aceite dejó sobre su rostro. El gesto heroico de doña María es otro ejemplo que ha inmortalizado la lucha del individuo contra el ejercicio indigno y caprichoso del poder.
La leyenda cuenta que la Torre del Oro servía como refugio a las damas que cortejaba el Rey Pedro I el Cruel, cuyo más celebre amorío fue el de doña Aldonza, hermana de doña María Coronel, que vivía aquí, en la Torre del Oro, mientras que su esposa, María de Padilla, habitaba en el Alcázar
Fuente: http://www.terra.es/personal/jgs00014/Historia/Arbol/Arbol.htm
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23 de enero de 2010
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